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EL PACÍFICO CUENTA

CABELLO AFRO: UN ESTILO HECHO LIBERTAD

Por: Maria de la Luz Palacios Estrada

Laura Angulo Angulo

No importaba ni el año, ni el mes, ni el día de la semana, mucho menos la hora; cuando llegaba el momento de peinar el cabello, los sentimientos que salían a relucir estaban más relacionados con el dolor que con la belleza misma. “Yo recuerdo que a mí me peinaban el cabello cuando estaba seco y me quedaba un ‘pajón’ inmenso que a veces no quería ver”, expresa Piedad Ortiz, una mujer mulata, de cejas delicadas, nariz ancha y cabello crespo, negro, que por mucho tiempo sobrellevó la carga de peinar su cabello de la manera menos a


propiada.


Las cremas de peinar y los tratamientos capilares especializados para el cabello afro tardaron muchas décadas en permitirle a las mujeres con cabello “apreta’o”, como se le llama comúnmente en el Pacífico, sentir el placer de lucir su cabello con libertad y mayor orgullo.


“Anteriormente como no habían productos, ni una forma para aprender a manejar nuestro cabello, como los tutoriales de YouTube actualmente, las mamás nos mal manejaban el cabello, lo peinaban cuando estaba seco, sabiendo que hay que peinarlo cuando está húmedo y luego no se vuelve a tocar para que los rizos queden definidos como es”, exalta Piedad.


Cuenta la historia que, antes de que los tratamientos para cabello afro llegaran al mercado, hombres y mujeres se aplicaban grasa para lucir el cabello quieto; más tarde, cerca al año de 1870, empezó a ofrecerse en el mercado la crema alisadora, que le permitió a las mujeres llevar el cabello completamente lacio, sin miedo a que se les esponjara con el lavado. Además, con la supresión de la esclavitud, las mujeres negras empezaron a lucir su cabello liso, como sinónimo de liberación.


Piedad Ortiz, que ha sufrido del manejo del cabello sin productos adecuados, hace parte de un gran equipo que, desde el año 2010, se ha dedicado a distribuir un producto que hace menos tedioso el manejo del cabello abundante que caracteriza a las mujeres afro: “Utilizamos los beneficios del borojó, que es una fruta exótica del Pacífico y ayuda con el crecimiento, la hidratación y la restauración de la fibra capilar. Es algo que necesitamos las mujeres con características afro en el cabello”, comparte.


La mayonesa, la cebolla y el ajo son implementos muy importantes en la gastronomía, pero también han cobrado importancia al momento en que la mujer va a elegir productos con el ánimo de embellecer su pelo. Al respecto, Piedad manifiesta que: “Son productos que llenan el cabello de grasa, pero no lo hidratan como debe ser, no es el mismo proceso de humectación, por ejemplo, al que sí se puede tener con el uso de tratamientos con ingredientes como el borojó”.


El amor por lo propio es el impulso para que Piedad Ortiz y su equipo sigan produciendo tratamientos especiales que inciten a que las madres con cabello alisado se conviertan en ejemplo para sus hijas y les enseñen a peinar su cabello, de tal manera que no encuentren en los aliceres la solución para lucir seguras: “Lo que se busca con este tipo de productos es que las hijas de las alisadas no tengan la necesidad de alisarse el cabello”.


Así es como el dolor y los miedos de dar libertad a los cabellos “apreta’os”, duros, “chontudos”, alborotados, afros o como lo quieran llamar, se ha ido perdiendo a medida que las mujeres aprenden el manejo adecuado de su pelo y se ha vuelto común que mientras nos transportamos por las calles tengamos la oportunidad de ver a más de una mujer luciendo su cabellera al natural.


A las mujeres afro, como lo indica Piedad, “no es que nos falte aceptación, es que no nos enseñaron a aceptarnos”.


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