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EL PACÍFICO CUENTA: SI MUERO HOY ¿QUÉ VAS A SABER MAÑANA?

Por: Ma. de la Luz Palacios Estrada

Laura Angulo Angulo


La tarde se convirtió en cómplice de aquella aventura, la misma culpable de hacer sentir los latidos de su corazón como si de él repicaran tambores. Su cabeza daba vueltas cual remolino en furor, y al mismo tiempo, no dejaba de pensar en lo peor que podría pasar si su hermana mayor, Rosa, la mujer que la crió, se enterase de lo que había sucedido.

Alba Canchimbo, una mujer de piel negra, ojos miel, cejas finamente delineadas, cabello alisado y estatura mediana, oriunda de Timbiquí, aprovechó que su tía ‘Machú’, como le llamaban de cariño, le pidió que le hiciera un mandado, para implorarle que a cambio de recibir un sí, le compartiera un trago de esa bebida que durante tanto tiempo había visto tomar a sus padres y familiares y de la que solo había podido percibir su aroma.

La tía ‘Machú’, cansada de tanta insistencia, le pasó un mate lleno de ‘tomaseca’ y le dijo:

  • Te vas a sentar y no te levantás hasta que no te lo tomés todo.

Eso fue una locura, cuenta Alba.

Con escasos trece años, ella tuvo la oportunidad no solo de probar, sino también de emborracharse con la ‘tomaseca’, bebida tradicional del Pacífico Colombiano, integrada por elementos como el anís, la canela, el clavo de olor, la nuez moscada, el azufre, entre otros. Gracias a la oralidad que sus ancestros utilizaron para llevar de generación en generación su legado, se han logrado mantener vivos el valor de esta bebida y su preparación, así como las costumbres de la región. Cada bebida autóctona del Pacífico va más allá de una tradición, es un saber, un recuerdo, un legado, es una esencia.

Sus bebidas están impregnadas de una mezcla de sabores característicos los cuales se identifican con un dicho, una experiencia, anécdota o características, que solo viven las personas proveedoras de estas.


“La tradición y la cultura de la población afro han trascendido a través de la oralidad”, cuenta Enith Cristina Mosquera, coordinadora de la Institución Técnico Industrial Carlos Holguín Mallarino sede Niño Jesús, haciendo énfasis en que “muchos de nuestros ancestros no sabían leer ni escribir, por lo tanto, a través de los relatos se contaba a los descendientes, de dónde veníamos y cuál era la esencia de lo que éramos y somos”.

Desde muy niña, a través de los relatos de sus padres y de sus abuelos, Alba fue creciendo con el amor a flor de piel por sus raíces, iba sintiendo admiración por cómo las mujeres y los hombres se expresaban a través del canto, la poesía y los versos que les permitían ensalzar sus bellezas y manifestar sus sentimientos de dolores, de tristezas y de alegrías. Al respecto, Esperanza Bonilla Carabalí, cantora de la agrupación Red de cantadoras, expresa que “uno va naciendo con ese carisma y con ese don para enfrentase a la vida con lo que a uno le gusta; la música y la danza son cosas que nacen con uno”.

Aunque Canchimbo no se fue por el lado de la música propiamente, sí siguió los consejos de su madre, quien preparaba la ‘tomaseca’ en su casa, y siempre le decía: “Vení te enseño porque yo no te voy a durar toda la vida”. Ocho meses después, su madre falleció.

Alba, lleva más de diez años preparando la ‘tomaseca’ y recordando aquella aventura loca, que le dio un giro a la mirada que tenía frente a las tradiciones de su región. Como ella lo comparte, su mamá siempre le insistía en que debía conocer cómo se hacía esta bebida, diciendo: “Ustedes deben aprender porque, cuando yo me muera, ¿qué van a saber?”.




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