La ciudad del calzado
Visitar Bucaramanga y no comprar zapatos es como ir a París y no visitar la Torre Eiffel. La industria del calzado está inmersa en cada calle y rincón de esta Ciudad, hace parte de nuestra marca ante el mundo y es uno de los elementos que mejor nos representan.
Hoy, la industria del calzado vive sus momentos más amargos y su supervivencia está en jaque. ¿Vale la pena salvarla?
¡El camino sigue!
El olor a pegante lo impregna todo en cada fábrica de zapatos, desde las más grandes, hasta las unidades familiares más pequeñas. Es un olor penetrante, que marea y produce dolor de cabeza. Soportarlo hasta que deja de sentirse es la prueba que debe ser superada para ser ‘aprendiz’ de este arte que se transmite de generación en generación, de padres a hijos, de hermano a hermano.
El arte zapatero de Bucaramanga está a punto de cumplir 100 años; un centenario que hubiese sido imposible de no existir este sentido hereditario.
Para muchos, la zapatería es el camino de la superación; con pocas opciones de estudio, en los sectores populares ser zapatero es la forma de salir adelante de forma ‘legal’.
A punta de pegante, clavos, tijeras, suelas y cuero, los zapateros han sacado adelante sus familias y para muchos, es la gran herencia que pueden dejarle a sus hijos.
Hacer zapatos es hoy un proceso industrial; existen escuelas e institutos que enseñan el proceso, pero el misticismo, ese valor extra que da cuando el maestro es tu propia madre o padre, sigue vivo en cada taller…y se siente en cada par de zapatos.
Los artesanos del calzado
En el principio de los tiempos, cuando el hombre aprendió que caminar con zapatos era mejor que ir descalzo, detrás de cada par que se fabricaba, había una persona que lo hacía todo, desde cortar el cuero y las suelas hasta armarlo y venderlo.
Hoy, el arte del calzado es una cadena de maestros que ponen lo mejor de sí para que cada par de zapatos sea una obra digna de calzar.
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El sector del calzado camina con el tacón roto
La industria del calzado de Bucaramanga tuvo sus años dorados entre 1970 y 1995; la competencia no era tan intensa y se producían 200.000 pares al año que se comercializaban principalmente en el mercado venezolano, Bogotá, Cúcuta y Barranquilla. Pero la economía venezolana detonó y la apertura económica en Colombia aumentó la competencia.
Pese a las dificultades, entre 2005 y 2013, en Bucaramanga existían 6.000 unidades productivas y 1400 fábricas de calzado, que empleaban a más de 90.000 personas de manera directa y otras 15.000 de forma indirecta, en peleterías, casa talleres y almacenes de distribución.
Hoy, para Wilson Gamboa, gerente de la Asociación de Industriales de Calzado y Similares, Asocinducals, se han perdido más de 20.000 puestos de trabajo y subsisten menos de 1.500 unidades productivas y 800 fábricas.
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Se buscan pies
La crisis del sector del calzado de Bucaramanga requiere de la ayuda de todos.
Cada zapatero desempleado termina en las calles como trabajador informal, bien sea como vendedor ambulante, reciclador o moto taxista.
Aunque este renglón de la industria no sea el primero en Producto Interno Bruto para Bucaramanga, es uno de los grandes dinamizadores de la economía por su enorme capacidad de generación de empleo.
Alrededor de las zapaterías crecen también otros negocios, como restaurantes, tiendas y cafeterías que se lucran con el dinero que los zapateros ponen en circulación cada fin de semana.
En Bucaramanga, todos conocemos a alguien vinculado a la industria zapatera; son amigos, familiares o vecinos, que sacan adelante sus familias de manera honrada y con mucho esfuerzo.
Por eso, comprar zapatos en nuestra Ciudad no es un acto de vanidad o de satisfacción de necesidades, es un vínculo emocional que nos une con nuestros amigos zapateros y que transforma vidas, la de estos hombres y mujeres que convirtieron a esta industria en una marca que orgullosamente le grita al mundo: Hecho en Bucaramanga.
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